Mencia & Yarza (Penya la Verema)
julio 19, 2019 Deja un comentario
Pues está claro que no ando sobrado ni de tiempo ni de ganas de escribir. El vino sigue siendo una parte muy importante de mi día a día, pero entre catas, clases en el grado de de Ciencias Gastronomiacas y algún que otro evento, no parece que mi vida de más de sí y más dado que mi dedicación «principal» sigue estando ligada a la economía pública junto con la mayoría de mis clases, en la facultad de Economía de la Universidad de Valencia.
No obstante, el verano trae algunos momentos de recogimiento y en uno de estos me he animado a reflejar esta cata de la Penya La Verema, que aunque «viejita» sigue dando algo de guerra. Concretamente me refiero a la cata 289 que tuvo lugar en Mayo de este mismo año y cuyo relato abordo a continuación.
Cata 289 de la Penya La Verema, 19 de Mayo de 2019
Aunque parecía que se había consumado la deriva de la penya hacia las catas “puras” en las que la cena fuera una parte marginal de las reuniones, siguen habiendo importantes inercias que nos llevan a catas con cena. Esta cata fue de algún modo una vuelta a las “raíces” y para ello el organizador, Quique Lozano, eligió el Restaurante Yarza, en Russafa.
La cata tuvo un claro perfil, mencias del Bierzo ensambladas con otras variedades y también recuperamos la tradicional adición de un vino infiltrado, en este caso un Burdeos de muy buen nivel que acabó ganando la cata.
Los vinos catados fueron por orden de clasificación:
- Le Carillon d’Angelus 2015 (83,50)
- Dominio de Anza Finca El Rapolao 2016 (83)
- Villa de Corullón 2015 (80,17)
- Rapolao la Vizcaina 2016 (75,67)
En los links de CellarTracker se puede encontrar mis notas de cata, por si fueran del interés de alguien, pero quiero permitirme comentar las carácterísticas básicas de cada uno de ellos.
El Carillon d’Angelus es el segundo vino de Château Angélus, la prestigiosa bodega de Saint-Emilion. En este año se elaboró con un 50% de merlot, un 40% de cabernet franc y un 10% de cabernet sauvignon. Se crió en barricas francesas, la mitad nuevas y la mitad de segundo uso durant 14 meses. Un tinto aún joven pero muy prometedor con personalidad y buena definición y que catado a cigas destacó frente al resto de vinos catados.
Dominio de Anza Finca El Rapolao elaborado por Diego Magaña con uvas de la Finca El Rapolao, fruto del ensamblaje de un 90% de mencía y el resto Alicante-Bouschet y sousón. Fermentó en barrica y pasó 12 meses en brricas nuevas de roble francés. Un tino con magnífica presencia con un perfil más mediterráneo que atlántico.
Villa de Corullón es ya todo un clásico del Bbierzo, o al menos de la renovación de dicha zona de la mano de los descendientes de J. Palacios, es “vin de Village” y se elabora bajo la dirección de Titín Palacios. En este caso se trata del ensamblaje de un 89% de mencía, 9% de uvas blancas y un 2% de otras tintas. Se crió durante 13 meses en barrica. De nuevo un vino en el que pria más el caracter mediterráneo frente a otras elaboraciones de la bodega.
Finalmente catamos el Rapolao la Vizcaina 2016 que elabora Raúl Pérez también en la finca El Rapolao para el proyecto La Vizcaína de Vinos. Se elabora con un 90% de Mencía y el resto es Bastardo y Garnacha tintorera. La uva no se despalilla, macera durante 30 días y se cría durante 12 meses en barricas de roble frances. Para mí el vino más complicado, se mostró muy reducido, quizás necesitado de más botella, y no acabó de expresarse en plenitud, lo que se apreció en ls valoraciones de la mayoría de catadores.
La cena tuvo lugar en el restaurante Yarza, en la Calle Císcar, 47 de Valencia, cuyo lema “cuina del passat, menjar del futur” dice mucho de su filosofía. Una cocina con raíces al cargo del cocinero Manuel Yarza que me recordó al concepto tradicional y ya casi perdido de las casas de comidas con su justo punto de actualización. Tomanos una crema de calabaza muy rica, una ensaladilla rusa bien solventada, bravas -pues eso, bien hechas y sin toques exóticos-, unos resultones buñuelos de bacalao y de plato fuerte una merluza a la navarra, que estando buena fue el plato que menos me llamó la atención. Postres al centro para acabar. Todo esto lo regamos primero con un Ribeiro muy solvente, el Ramón do Casar 2018, luego con un Rioja con años, el Viña Real Reserva 1985 que aunque con sintomas de fátiga aguanto bien el tipo y se mostró muy fino y para cerrar la cena un seductor Lustau Vintage Sherry 2002, uno de esos vinos indefinibles con los que nos suelen regalar los sentidos los amigos de Lustao, un palomino “dulce” con una larga crianza oxidativa y estática que me resultó muy convicente.
Buena cata la que nos preparó Quique Lozano -de quien también procede la foto- e interesante descubrimiento este Yarza, que promete ofrecer unos más que interesantes menús al medio día, dado su natural tendencia hacia los guisos de cuchara.
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